miércoles, 17 de noviembre de 2010

TEXTO SOBRE LA UNIDAD Y LA VARIEDAD EN EL LENGUAJE

SOBRE EL LUJO DEL LENGUAJE, DE JESÚS TUSÓN
Este texto pretende abordar con una mirada científica y el apoyo del libro El lujo del lenguaje, las características que le confieren al lenguaje una posición de unidad y, al mismo tiempo, los rasgos por los que se considera un diasistema. Estas dos concepciones del lenguaje podrían parecer contradictorias, pero ¿existen puntos de convergencia entre ellas? De cualquier forma, los cimientos teóricos sobre el lenguaje permiten ahondar en estos temas e intentar afrontar nuevos puntos de interés sobre la materia.
En principio, conviene aclarar que la facultad del lenguaje humano integra muchos y variados aspectos; sin embargo, estas líneas están encaminadas a dilucidar algunos de ellos pero a través de una de sus manifestaciones: el código de la lengua (o las lenguas). Ahora bien, cuando se propone el término de unidad con relación al lenguaje es casi que un planteamiento axiomático. Si se habla del lenguaje humano hay que aludir al carácter estésico del hombre (la corporeidad), el poseer un cuerpo sensorial lo obliga a describir su entorno físico. Además, el plano del contenido es universal, todos los hombres están inmersos en una sociedad, hacen parte de una cultura y enfrentan situaciones pasionales similares (¿en qué cultura no se habla de odio o amor?). Así, la lengua liga a la comunidad.
También, referente a la unidad del lenguaje, se hace ineludible la mención de la teoría innatista propuesta por el norteamericano Noam Chomsky, cuya perspectiva proyecta al lenguaje como facultad humana, como un equipaje biológico con el que llegamos al mundo. Es decir, todos los hombres poseen esta facultad, que posteriormente le permite interiorizar el conjunto de reglas que integran una determinada lengua con cierta facilidad y le permite hacer construcciones sofisticadas y diferentes a tempranas edades. Asimismo, se debe destacar el carácter simbólico de todas las lenguas, en cada una de ellas existe un grado de abstracción, una propiedad de unidad.
De otro lado, el gran número de lenguas y dialectos existentes y las diversas realizaciones que producen los hablantes al interior de estas son una prueba fehaciente de la diversidad. Así que las lenguas, a pesar de contener elementos comunes, configuran un diasistema del lenguaje.
Todas las lenguas configuran un ideal, pero su realización por los hablantes no necesariamente le corresponde, más bien constituye una variedad sujeta a diversos factores no necesariamente lingüísticos (llamados Norma por Coseviu) que determinan su realización e incluso garantizan su eficacia predicativa. Dentro de este mundo de diversidad hay que aludir al entorno social como uno de los principales motores que incentivan los cambios al interior de una lengua. Así se producen variedades de registro. Esta característica explica por qué un alumno universitario, aunque use la misma lengua, no hable igual con sus amigos que con un docto profesor, por ejemplo (atendiendo a la norma situacional). “El entorno social (cultural) deja abiertas de par en par las puertas a la diferencia”.
En cuanto a las diferencias entre lenguas, estas son del orden superficial: su léxico y estructuras morfosintácticas. Básicamente, aunque se hallen coincidencias  asombrosas, quizás debido a una fuente de origen común en su formación, lo que constituye a una  lengua es su aparato formal, una lengua es su morfología y su sintaxis. Así entonces, es una característica de todas las lenguas poseer un aparato estructural, pero es este mismo aparato el que enmarca sus diferencias superficiales. De cualquier forma, estas diferencias no determinan la concepción del mundo por parte de sus hablantes; el mundo es uno solo, las lenguas son muchas. Cabe destacar que aunque las realizaciones del habla estén sujetas a reglas del  ideal de la lengua, son realmente estas realizaciones las que configuran las reglas.
Concluyendo estas líneas, se podría decir que unidad y diversidad son rasgos del lenguaje que conviven en una sana y productiva armonía. La unidad concierne más al orden profundo y la diversidad está ligada más estrechamente al orden superficial. Todas las lenguas humanas están edificadas sobre la base de unos mecanismos simbólicos que las igualan y, a la vez, se diferencian por mecanismos estructurales. De todas formas, una lengua es un lugar de encuentro, un elemento cohesionador de la vida común.

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