lunes, 22 de agosto de 2011

Fotos de paisaje







Foto de Chema Madoz (imitación)



Foto de Irving Penn (imitación)


EL MOIMO (Crónica)

QUIEN MUCHO SE APRESURA SE QUEDA ENEL CAMINO


El día 1 de agosto comenzó con una lluvia recia. Mi misión era sencilla: llevar un paquete. Cuando llegué al sitio, iba desprevenido, con el paquete para entregar en la mano, el morral habitual a las espaldas, y un poco de ansiedad en el pecho. Ya eran las 6:35 a.m., yo estaba frente al manicomio de San Camilo, en la ciudad de Bucaramanga. Aunque era la primera vez que iba, ya estaba advertido de algunas cosas que debía hacer: comprar una bolsa blanca, marcarla con el nombre del destinatario y luego, comprar un formulario para escribir de forma ordenada cada uno de los artículos que iba a entregar.

La resolución de estas primeras recomendaciones fue rápida. Un hombre y una mujer vendían las bolsas y los formularios, y por los mismos quinientos pesos los llenaban. Ellos me indicaron dónde era la fila.

A pesar de ser temprano, ya había cerca de setenta personas linealmente formadas, la mayoría mujeres. Me acomodo en mi sitio, donde una vendedora de tintos hablaba con las dos señoras que culminaban la fila. Saludé de manera formal y un rostro sonriente.

-¿Qué horas son?- preguntó una de las mujeres, que tenía un brazo quemado, y a pesar de que su voz era fuerte, yo no podía despegar mi vista del brazo, de esa cicatriz. Me preguntaba cómo habría pasado.

-Las 7: 05 – respondimos al unísono la señora de los tintos y yo; los cuatro tuvimos una sonrisa cómplice por el incidente.

Me pongo a divagar en cómo será el sitio por dentro; su función y lo que represen-ta está un poco más claro para mí. Ya dice Foucault que la prisión represiva como castigo fue establecida tardíamente, casi al fin del siglo XVIII, y que antes de esa fecha, la prisión no era un castigo legal: se aprisionaba a las personas para retener-las antes de procesarlas y no para castigarlas.

La lluvia empezaba a cesar. Pregunto que a qué horas abren regularmente y las señoras dicen que no hay una hora fija y culpan al despotismo de los guardias. La señora de los tintos se marcha, y las demás empiezan a manifestar preocupación por sus ocupaciones diarias.

-Yo tengo que hacerle el almuerzo a mis sobrinos para que se vayan a la escuela- decía una. Y otra decía: - Menos mal que mi patrona está en Estados Unidos, pero de pronto llama y si no le contesto…hum-.

Todas eran mujeres ocupadas, que tenían compromisos, pero no podían dejar pa-sar la fecha: el primer día del mes, ‘El moimo’. Solamente ese primer día se les puede llevar artículos de aseo y de comida de forma gratis a los internos de la cárcel Modelo; los otros días también es posible, pero les cobran cantidades consi-derables según el tamaño o el peso del paquete, y en su mayoría son personas que no tienen para cubrir esos gastos.

Seguimos conversando, mientras ellas miran fijamente mi bolso, como interrogán-dome. –Usted no puede entrar con eso- atina a decirme una. Me recomiendan que lo deje a guardar en la tienda de la esquina, que allá es seguro. Sigo la recomenda-ción y conservo mi ficho 86, pregunto si debo algo, pero me dicen que cuando lo retire pague. Agradezco y retorno a mi lugar, que gentilmente me estaban guar-dando las mujeres; me alegra verlas, me siento familiarizado.

Ya hacía buen sol y las mujeres me seguían preguntando la hora constantemente. Luego, me empezaron a contar sobre cómo era la situación de los internos, cómo cuando hacían algo contra las normas, los guardias los sumergían en tanques de agua, los golpeaban… los torturaban. Cualquier parecido con los mitos comenta-dos de Alcatraz y Guantánamo parecían revivirse. Además, todas coincidían en que las cárceles no “arreglaban a nadie”.

- Allá se las arreglan para hacer guarapo con los jugos, o hacen ‘Chamberlay’, y mucha gente les tira droga desde la calle, si no le pagan al de la silla de ruedas de la cafetería, ese ‘man’ se vende y les entra lo que sea- comentaba una.

Sin lugar a dudas, eran mujeres que no sabían quién carajos era Michelle Foucault, pero conocían algunos de sus postulados, como el que asegura que las cárceles no producen aquel resultado formativo, sino más bien su opuesto: mientras más tiempo se pasaba en prisión menos reeducado y más delincuente se será. No sólo una productividad nula, sino una productividad negativa. Según esto, el sistema de las prisiones debió haber desaparecido. Pero permaneció y continúa.

Las 8:05 a.m., abren la puerta. Trato de ver las caras de la gente que integra la ex-tensa fila: todos parecen agotados, otros con gafas y sombrillas parecen querer ocultarse; es que la fila se hace en una vía central, donde pasan cientos de carros cada hora. Todos llevaban sus paquetes en bolsas blancas, para Jefferson, Maicol, Harrison, etc.

Las señoras seguían conversando, vaticinaban que pronto iban a prohibir las tasas plásticas para llevarles alimentos, por culpa de los mismos visitantes, que según ellas, se encargaban de entrar droga, celulares y con más frecuencia, cientos de sincares, sobre todo en las vaginas. Comentaban: - Están ganando que otra vez nos requisen con el pañuelo blanco la vagina.

Particularmente, decían que en esa cárcel era preocupante el hacinamiento, que los internos debían dormir en los pasillos, como desplazados o mendigos. Aunque concuerdan que el patio número cinco es el más sano, pero tiene su precio: hay que pagar por estar allí, y hay que dar una cuota extra si se quiere dormir en colchoneta.

Es curioso que estas mujeres sin saber de literatura logren con facilidad lo que tanto le costó a Truman Capote: que se sienta piedad por los victimarios. Capote consigue que se entienda y se compadezca a los asesinos de la familia Clutter, en A sangre fría, presentando de forma detallada y desnuda el carácter de los asesinos.

Las 9:40ª.m., también pienso en los artistas e ideólogos que fueron retenidos por llevarle la contraria a algún gobernante autoritario como Mandela; los retenidos por deudas como Molière; o hasta los sodomitas como Verlaine y Rimbaud. Todos, generalmente torturados como el protagonista de 1984, torturados como en la cárcel de Tuol Sleng, una de las prisiones más temidas del mundo, donde en tiempos del régimen del Jemer Rojo en Camboya. Se dice que más de 17 mil personas fueron torturadas y ejecutadas en sus instalaciones.

Retorno a la conversación con las mujeres, y estas están hablando de la inocencia de sus familiares y de la ineficacia de los abogados. Descubro que la delincuencia en este país es como una epidemia: se esparce entre los familiares y conocidos de estratos bajos, principalmente; pero siempre está en crecimiento: es más bien una pandemia. Una de esas mujeres confesó repartir sus fines de semana entre las pri-siones de San Gil, Tunja, Berlín y el Socorro, visitando hermanos, sobrinos y pri-mos. Vuelvo a pensar en Foucault y sus postulados, como en el que sostiene que los delincuentes y la delincuencia tiene una cierta utilidad económico- política. La utilidad mencionada podemos revelarla más o menos fácilmente: cuantos más delincuentes existan, más crímenes se cometerán, cuanto más crímenes más miedo tendrá la población, por lo tanto, más aceptable y deseable se vuelve el control policial. La existencia de ese "peligro interno", es una de las condiciones de aceptabilidad de ese sistema de control.

Las 10:25ª.m., decía una de las mujeres, indignada, la que tenía una camisa untada de pintura, al igual que las manos: - Los ricos son los que más se traban, pero con corbata no se les nota-. Y casi todas convinieron en que en este país: la justicia es sin justicia.

Las 10:40 a.m., nos hacen entrar a unas rejas de hierros, de no más de sesenta centímetros de ancho que formaban una caja rectangular, mientras un guardia nos ponía un sello en el antebrazo, con el mismo mensaje para todos: Quien mucho se apresura se queda en el camino. Ellas me dicen que no siempre es el mismo, que los cambian con frecuencia. La forma de las rejas solo permitían que uno se hicieran detrás de otro. Pronto, el sol y la espera hicieron fatigar a mis compañeras; así que decidieron acurrucarse a mi lado; pude ver que una tenía un tatuaje arriba del se-no, luego de ese, vi que la mayoría tenía un tatuaje en algún lugar: en la espalda, en el hombro y hasta en cada uno de sus nudillos.

Las 11:00 a.m., mi turno: entro a la cárcel. Un grupo de guardias coordina el reci-bimiento de los paquetes; la mayoría jóvenes, casi niños, orientados por dos que mostraban más años y experiencia. Solicitan el nombre del interno y manosean todo, me demoran un poco por el tarro de varsol que llevaba; con unos palos per-foraban los jabones y demás artículos sólidos. Amontonan cerca de cincuenta pa-quetes y acercan el perro, este husmea y confirma la normalidad de los productos. Salgo de forma rápida, me dirijo a la tienda de la esquina y entrego el ficho 86, me cobran quinientos pesos. La entrega fue sencilla, solo conocí veinte metros de la cárcel y tardé menos de siete minutos; lo peor fue la espera. ¡Pero de qué me quejó! El que va recibir el paquete tiene que esperar más de diez años para salir de allí.

PERFIL DE ‘QUIQUE’ (Crónica)

Un deber con imposición de figuras y libertad de método; en mi caso, un poco el socrático… un poco el de Holmes. Así pretendía conocer algo de Luis Enrique Lizcano.

-Hola, ‘Quique’- dije. La palabra fue y retornó de inmediato.

Al comienzo, lo más fue confusión. Estábamos los dos sentados de frente con la necesidad de ahondar en la individualidad del otro y, al mismo tiempo, permitir ser escudriñados. No se sabía quién hacía de entrevistador y quién de entrevistado.

Inicia Sócrates: -¿Qué espera usted después de graduarse?- pregunté, soslayando los detalles que eran evidentes: graduarse de Licenciatura en Español y Literatura y que ese evento estaba cada vez más próximo, invasivo, inminente. Algo curioso pasó, ‘Quique’ eludió la primera persona en su repuesta y se escudó en lo imper-sonal del Nosotros (él y los otros graduandos).

-La idea de todos es… Estamos mirando a ver si… - Así iniciaban sus oraciones. Podía inferir que escondía algo de temor que se alivianaba al pensarse como una masa. Como dije antes “curioso”, pero en nada sorpresivo. Esa era parte del detec-tive londinense.

Siento que tomo la vocería y él se somete a mis preguntas; así que aprovecho la situación. Descubro que le encantan las lenguas, la creatividad y la moda; pero confiesa que nunca ha pensado en ser profesor. Insisto en que está cursando una licenciatura y que por qué no le agradaría ser docente.

- Me da miedo formar mal a los niños- dice, dejando ver su alto grado de compromiso y un poco de desconfianza en sí.

La conversación continúa y ahora me voy sintiendo más cómodo, ‘Quique’ es muy abierto y espontáneo, diferente a mí, por eso me cae bien, porque uno siempre quiere ser como no es.

Le pregunto si esconde cosas, me dice que solamente los chocolates, que si no lo hace se desaparecen mágicamente de su casa. –Ah, y también el dinero- dice con jovialidad y sonríe. Se confiesa un comprador compulsivo.

Me intriga saber por su parte religiosa, que intuyo contrasta con su vida. - Voy a misa y rezo y todo el cuento, pero le tengo desconfianza a eso-. Además, descubro que hay una imagen que lo atemoriza mucho: una selva. Pero esta es una selva onírica, con cultivos de fique, que de repente se va convirtiendo en un paisaje a blanco y negro. Sin embargo, a pesar de ser onírico, él lo relaciona con un lugar que él visita, cerca de Zipáquira y de Fúneque. Yo considero que lo que más lo atemoriza es que el paisaje quede opaco: el estado acromático, pues, ‘Quique’ es color.

Se describe como una persona decidida y de relaciones largas, de dos o tres años; muy estable. Opuesto al matrimonio de sus padres que terminó en divorcio y de-jando a ‘Quique’ al cuidado de las tiernas manos de su abuelita; una mujer a la que él quiere en demasía. Su padre lo visita, a veces; de hecho, es principalmente por él por quien esconde los chocolates. Quique tiene barba, creo que le luce.

Me juego una carta interesante, le pregunto si tiene problemas en dejarme revisar su billetera. Responde con un sí dubitativo que yo elido tomándola y abriéndola raudamente: ya estaba entregado y expuesto, solo podía confesar. Curiosamente, para una persona tan joven, tiene algunas tarjetas de viveros de venta de plantas; me dice que le encantan, y me parece que tiene mucho de su abuelita. Parece un conocedor de plantas. Se me pasa por la cabeza un cuento ruso, de Isaac Bábel, que alude a esa importancia de saber cómo se llama una planta o que nombre recibe determinado pájaro. ‘Quique es un naturalista’.

También, descubro un papel al que se le nota el tiempo, en un bolsillo casi oculto, con un poema escrito. Él no lo dice, pero sé que se lo escribieron a él y que lo pone nostálgico. Me deja leerlo y me dice que no recordaba tenerlo allí, se lo doy y lo dobla con cuidado para guardarlo de nuevo. Supe que había algo raro en su mirada, pero no quise ahondar en ello.

En definitiva, ‘Quique’ es decidido, alegre y seguro. En una frase suya: - Lo que quiero lo hago siempre y nunca me arrepiento de nada-. Así concluimos el encuentro, sin necesidad de tanto Holmes, ante una persona tan abierta; aunque… ¡quién sabe cuántos chocolates me estuvo escondiendo!

LO MÁS URGENTE VISTE CORBATA (Crónica)

De repente me sentí perdido, inmerso en caras desconocidas, pero que me traían de vuelta a algo familiar: llegué al Hospital del Norte, la noche del viernes dieci-nueve de agosto. Un hospital grande, que se veía inmenso por estar junto a un colegio elaborado del mismo modo y que más parecía una extensión de la entidad de salud.

Una, dos, tres… nueve y diez. Diez vueltas me hacían darle a esa gran manzana cuando yo tenía once años, en la clase de educación física, mientras cursaba sexto grado en ese colegio, Rafael García Herreros. Ahora, pretendía entrar al recinto médico. Me dirigí de una forma segura y me presenté con buenos modales ante el vigilante, le expliqué que quería ver por poco tiempo lo que pasaba adentro, para un trabajo de la universidad. De forma seca lo impidió, aunque con cortesía: - Si no tiene una autorización, no lo puedo dejar pasar.

Me quedé meditando en la parte del andén más próxima la portería. Tenía miedo; se habla mucho del Norte, y aunque yo había vivido allá y había conocido gente buena, eso había sido hace mucho tiempo. Al poco rato, llegó una moto. Asombro-sa y arriesgadamente con cuatro personas: una pareja de jóvenes, un niño de alre-dedor de cuatro años y otro más que dentro de poco cumpliría sus primeros minutos. Pienso en ese niño… o niña. Los jóvenes ni siquiera notan mi presencia extraña, sentado a menos de dos metros de ellos. Sin embargo, el niño que venía en la parte de delante de la moto me mira, y veo que está triste o quizás recién levantado, prefiero creer eso, y que el que viene llegando tampoco estará triste.

Increíblemente, el celador tampoco los había dejado pasar. Había dicho que era una cuestión de documentos. Él joven alegaba de una forma extraña y explicaba que había sido una emergencia que ‘pillara no más’. En cuestión de minutos, ante la negativa rotunda del vigilante y los renovados gritos de la joven, el muchacho le da un sutil beso en los labios a esta, se pone el casco y se va en la moto. Quedo admirado con el dominio y la velocidad que logra en el arranque, y con el sonido bestial del aparato, que más parece un grito de desespero del joven.

De pronto, veo una cara familiar, mi antigua vecina: doña Librada. Ella sí nota mi figura, me reconoce y me da un saludo afable: - Mijito, ¿usted qué hace por acá? ¿No me diga que está malo? De repente me quita la mirada y observa regularmen-te a la muchacha, que aprieta fuerte la mano del niño. Me explica que adentro está don Esteban, su esposo, y que va a pasar a verlo. Le pido discretamente que me ayude a entrar y se lo suplico con la mirada. Ella muestra su documento al portero y me presenta como su acompañante; por fin puedo pasar, pero la muchacha aún no. Pienso que es injusto; ahora, en mi mente, trato con menos cortesía al vigilante.

Entro al edificio, un reloj en el centro de la recepción me anuncia que es tarde; yo solo pienso que es hora de que estuviera naciendo el bebé. El lugar estaba hacinado y el blanco pulcro y habitual de los hospitales se había fugado. Más asombro me causó ver a un grupo de doce personas vestidas formalmente: los hombres con corbata y las mujeres con vestido. Ninguno de ellos estaba enfermo, se podía percibir por sus aspectos vitales.

- ¿Qué ocurre, amigo?- atino a preguntarle al que está más próximo a mí, luego pienso que la pregunta es tonta, pero ya estaba hecha.

- Es el pastor… estábamos en el culto, en una oración de alabanza y… no sé… se desmayó, le dio como un ataque- respondió, agachando la cabeza. Luego me dijo que estaban los líderes de la iglesia orando por él y su sanidad.


Siento pánico, pienso que deberían estar orando por la joven de la entrada. Do-ña Librada se despide, me dice que se va al cuarto de don Esteban, el 202, que saludes a Esperanza. Le digo que bueno; no tiene caso contarle que mi mamá se había marchado, creo que solo podía pensar en su marido.

Me siento en una pequeña banca y noto que el grupo de creyentes cristianos se levanta eufóricamente y algunos aplauden, mientras un hombre gordo, bien vestido, con corbata roja y de bigote se va acercando. Todos lo rodean y empie-zan a decir palabras incomprensibles, creo que a orar y agradecer por su recu-peración. Terminan y el hombre obeso sonríe, parece que no hubiera tenido una gripa en toda su vida.

Descubro que ya son las 10: 40 p.m., me marcho del sitio, ansioso por ver a la chica encinta, pero no la encuentro. Para la próxima tiene que traer vestido y su acompañante, corbata.

UNA BÚSQUEDA SIN RESULTADO: CANCHAS, CAFETERÍA Y ARCHIVO (Crónica)

Entré a la universidad a las 8: 30 a.m., como de costumbre, mientras que el programa académico me exigía que fuera a las 8:00. ¡Qué vaina! Otra vez tarde.
Pasé temeroso por donde sabía iban a estar mis compañeros de curso: el edificio de Ciencias Humanas de la UIS; miré de reojo hacia allí, pero lo más miré al suelo, divagando, ofreciendo promesas de cambio, y casi pidiendo disculpas.

-¡Hola, marica!- me grita un amigo, sacándome de las cavilaciones. Levanto los ojos y él sonríe, pero de repente cambia su rostro por un gesto tosco, y dice: -Qué tal el cucho Wilson, dizque toca hacer una crónica para ahorita. Hay plazo hasta las 10:00 a.m.

¡Crónica! Como estudiante de español y literatura, aunque muchas veces había escuchado el término, cuán pocas había leído; y mucho menos atrevido a hacer una. Ahí creo que comprendí el gesto tosco.

Ya sabía que escribir no era sencillo, pero a mí siempre me ha encantado. Además, también hay mucha gente que escribe, algunos textos buenos, otros no tanto y otros que… simplemente escriben. También están los que escriben tanto que em-piezan a teorizar sobre su ejercicio; ese es el caso de Daniel Cassany. En otro plano, hay que imaginar una persona a la que le gusta tanto cocinar que termina haciendo un libro de recetas; para Cassany: “La escritura en el aula”.

Bueno, como cualquier oficio había que hacerlo. Nos fuimos juntos, el requisito era que la crónica fuera sobre un lugar de la universidad; así que decidimos ir a las canchas, esperando que a los deportistas matutinos algo trágico les sucediera: una caída, un brazo fracturado, algo de vomito, un codo salido, una muerte súbi-ta…algo que contar…, pero nada pasó, sigo pensando que desafortunadamente. Ya eran las 8:50 a.m., y mi crónica era una hoja de papel en blanco. La de él ya tenía algunas imágenes: un primo suyo, un paseo pasado, una moto, un accidente…

-Pero, marica, ¿no tiene que ser algo de la ‘U’?- le dije, pensando en que le fuera bien y, a la vez, envidiando su inventiva.

–Me importa un hijueputas… no voy a borrar lo que ya llevo- dijo, contrastando extrañamente esas palabras toscas con una sonrisa gentil y sonora. También me dijo que eso había sido verdad y que quería contarlo.

Por mi parte, ya estaba fatigado de ver la buena resistencia y perfecto equilibrio de los deportistas, y un poco frustrado por no haber escrito ni el título. Le pedí que nos fuéramos a otro sitio.

Mientras bajábamos, nos encontramos un tercer amigo, sentado en una banca, impávido y con una libreta de apuntes en la mano. –Tonces qué, ‘Francis’- me dijo. Rápidamente nos contó que estaba siguiendo a un perro viejo durante una hora, “pa’ver que hacía”. También dijo que se titularía una hora de perros. Pensé que la idea había sido buena y por un momento me recriminé el no haberla pensado primero.

Ahora, un poco más tenso y presionado por el tiempo, decidí ir solo a la cafetería, buscando el hecho trascendental para la crónica…pero nada; ningún indigestado.
Seguía esperando y vi pasar a algunos de los deportistas que ya había observado, recién bañados y sonrientes, me desesperé un poco. Salí casi corriendo para otro sitio: el archivo UIS, pero este era aún un lugar más apacible, por no decir estático e inerte. Decidí empezar a escribir lo que no había visto. Pronto mi hoja desborda-ba imágenes: cómo era el sitio, unas escaleras subterráneas, y un hecho: el hallazgo de una pareja aprovechando la soledad y oscuridad del lugar para tener sexo. El papel decía: De algún rincón de ese cuarto emanaban respiraciones agitadas y un ruido seco y rítmico, similar a una serie de aplausos enérgicos que se dan solamente con las palmas de las manos, pero nada era cierto.

Ya faltaban escasos minutos para las 10:00, era tiempo de entregarla. Medité, sabía que eso no era una crónica; la crónica no necesita de un hecho trascendental, o ¡qué de trascendental tiene seguir a un perro por una hora! Tardé para reconocer eso; firmé la hoja en la parte inferior y puse siete números al lado.

sábado, 20 de agosto de 2011

Reportaje desde Barraquilla

REPORTAJE:
LA ENSEÑANZA DE LA ESCRITURA DEL ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA EN BRASIL. ENTREVISTA A DANILO GUIMARÃES, ESCRITOR, TRADUCTOR Y PROFESOR BRASILEÑO

El VI congreso de la cátedra Unesco para el mejoramiento de la lectura y escritura se llevó a cabo en Barranquilla en junio del presente año. Allí conocimos a Danilo Guimarães, un escritor, traductor y docente brasileño con el que hablamos de rumbas, de fútbol y de escritura. Lo conocimos en la antesala al taller que daría Daniel Casanny el primer día del Congreso. Nos pidió el favor de que le tomásemos una fotografía cuando él estuviese explicando su ponencia. Empezamos a hablar con él, y cuadramos, para el día siguiente, una entrevista después de un almuerzo de salmón y una bebida bien fría.

Junto a cinco de mis compañeros, elaboramos el cuestionario. Era necesario haber conocido sus textos y proyectos antes de sentarnos frente a él para hablar sobre escritura. Sin embargo, el Congreso abría otros espacios, como la enseñanza o el aprendizaje de la lectura o escritura, campos en los que somos educados en la universidad. Debíamos partir de ahí: hacer preguntas en las que se relacionara la enseñanza con la escritura, y una de las ponencias del doctor Parodi aclaró nuestras dudas y aportó las últimas ideas: debíamos preguntar acerca de la enseñanza de la escritura del español como lengua extranjera en Brasil. Esa noche, entre los cinco hicimos el cuestionario; dos estábamos allá, pero la tecnología acercaba propuestas y opiniones a Barranquilla.

El primer congreso de SICELE (Sistema de certificación del español como lengua extranjera) es en Puerto Rico, un país que habla español de una manera distinta, debido a dos factores: primero, está rodeado de mar; el español en las zonas costeras es siempre muy diferente. Segundo: Es un país en constante contacto con Estados Unidos, lo que ha llevado a que se hable algo muy similar al spanglish.

Certificar el uso de la lengua española latinoamericana en el mundo es tarea difícil. Por cada país, hay cientos de variaciones de la lengua. ¿Cuál elegir para un examen de esta categoría? ¿Cómo hacer este examen sin discriminar alguna variación? Estas preguntas se discuten aún y buscan hallar respuesta en Puerto Rico el próximo año.
Por el momento, debíamos preocuparnos por las dificultades del aprendizaje y de la enseñanza del español como lengua extranjera en Brasil, país que, según nuestro entrevistado, se caracteriza por su miríada de variaciones.

Terminamos nuestro almuerzo y nos dirigimos al Coliseo de la universidad del Norte, donde pancartas y libros alusivos a la enseñanza y a la escritura daban la bienvenida a nuestra entrevista con el profesor Guimarães. Contextualizamos el tema: hablaríamos de la enseñanza de la escritura del español como lengua extranjera en Brasil.
A partir de su experiencia como escritor brasileño y docente de español como lengua extranjera ¿cómo define la escritura?

La escritura en lengua extranjera en Brasil forma parte del proceso cognitivo del aprendizaje de la lengua. La escritura es una dificultad, la máquina de dificultad de los alumnos brasileños en el aprendizaje de su propia lengua y del español como lengua extranjera. Aunque estas dos lenguas sean casi gemelas, en portugués no se escribe como se habla, y esto lleva a que el proceso cognitivo de aprendizaje de la lengua extranjera sea un poco más difícil, pues la lengua meta tiende a ser muy disímil de la lengua materna. Otro factor que dificulta el aprendizaje del español es que los brasileños no escribimos ni leemos lo suficiente en nuestra propia lengua. A propósito, hay que tener en cuenta que la lectura también es, por ende, una de las competencias más difíciles de desarrollar. Claro está que por medio de la lectura se puede lograr un vasto conocimiento de la lengua meta. Tanto una competencia como la otra hacen parte de los principales problemas del aprendizaje del español como lengua extranjera.

¿En qué sentido, en Brasil, se escribe distinto a como se habla y hasta qué punto influye tanta variación en la enseñanza de la escritura?

Las estructuras sintácticas son distintas. El habla de Brasil es muy informal: en Brasil utilizamos jergas para todo. Además de la clase, por ejemplo, la gente de la favela tiene muchas más jergas que la gente de estratos sociales altos, pero tanto en una como en la otra escriben de manera distinta a como hablan. Cuando se enseña a escribir en portugués, es difícil lograr que el estudiante escriba de una manera distinta a como se expresa; por esa razón es muy difícil hablar y escribir a la vez el portugués; y sin duda alguna es mucho más difícil escribirlo que hablarlo.

¿De qué manera el aprendizaje de una lengua extranjera influye en el desarrollo cognitivo de la lengua materna?

No sabemos en qué momento empezamos a hablar; no sabemos por qué hablamos: Mamá, yo quiero agua. No sabemos por qué la sintaxis es así y no de otra forma; no pensamos en qué es un verbo o un adjetivo. Cuando se aprende una lengua extranjera, se logra aprender eso: la estructura y su funcionamiento en la lengua meta y, por añadidura, de la lengua materna. Esto lleva a que el estudiante reflexione: ah, es por eso que pedimos agua, porque aquí hay un pronombre, un verbo y un complemento. Cuando aprendemos la lengua extranjera, aprendemos también a pensar un poco en cómo funciona nuestra lengua. Es muy interesante, desde este punto de vista, aprender una lengua. En Brasil, muy poca gente aprende el francés; el español lo estudian en gran porcentaje, pero en su mayor parte, el inglés.

¿Cuál es la metodología usada por los profesores del Brasil con respecto a la enseñanza del español como lengua extranjera?

Estamos en el tiempo del Pos método. Hace algún tiempo, utilizábamos el método de traducción; autores como Chomsky y otros especialistas. Pero, en Brasil hemos visto que cada alumno tiene una forma distinta y más fácil de aprender. Hay alumnos que aprenden la escritura escuchando, otros que necesitan leer o ver la estructura de la lengua para saber escribir, para saber leer; y ahora utilizamos el Pos método, que es la unión de todos los métodos y el saberlos usar en cada habilidad o competencia de los alumnos. Si el alumno necesita mejorar la comprensión oral, se refuerza esa competencia. Si tiene fallas en la lectura, se le dan libros. En Brasil, no hay un método, sino muchos: es el tiempo del Pos método.

A partir de este Pos método que expone Danilo Guimarães nos surge una duda acerca del planteamiento del trabajo, debido a la cantidad de alumnos de los que se debe ocupar un maestro en la educación brasilera.

¿Con cuántos alumnos por grupo deben trabajar en su país?

Aproximadamente son cuarenta estudiantes en los grupos de Primaria, cincuenta en Ciencias medias y cincuenta en Educación fundamental, que es el grupo preparatorio para el examen de selectividad, que permite el ingreso a la universidad. Hay un aspecto bastante interesante que consiste en el hecho de que cuando se trabaja un cursos de lengua extrajera en nuestra universidad, se hace con grupos de quince estudiantes, que es mucho más reducido; además, se da la oportunidad de las tutorías, donde me encargo en varias sesiones de suplir las necesidades, las dudas, de algunos estudiantes.

Aunque el profesor no esté muy bien enterado, pues comenta que este aspecto de la cantidad de estudiantes por grupo es muy diferente a la nuestra, la situación no es muy distinta. Podríamos llegar a la conclusión, acerca de este tema, de que en Latinoamérica cada vez hay más hacinamiento en las aulas educativas, fenómeno que afecta gravemente los intereses o planteamientos curriculares.

Usted comenta que en las tutorías se suplen las necesidades que tienen los estudiantes en el aprendizaje: ¿cuáles son las dificultades o falencias que más presentan los estudiantes al aprender la lengua escrita?

Es sencillo: Los estudiantes brasileros ni siquiera escriben en lengua materna; si se parte de este punto, ¿qué se puede esperar para el caso de la escritura en lengua extranjera? Esta es una de las dificultades más grandes para nosotros, los maestros en Brasil. Debemos motivar al estudiante a que escriba. Debemos mostrarles las necesidades que nos llevan a escribir a comunicarnos a través de la lengua escrita. Ahora, otro fenómeno en contra es el internet: en muchas ocasiones cuando queremos plantear ejercicios de escritura, nos encontramos con el reflejo de una comunicación oral e informal. Los registros de lengua deben ser muy distintos. Tú no escribes como hablas, y esto es lo que muchos de ellos no comprenden, ¿por qué?, por el fenómeno de la internet. El Facebook es uno de estos actante; en el proceso comunicativo a través de este medio, se promueve la utilización, por ejemplo, de apócopes, que va a ser un fenómeno de perdición lingüísticas, que responde a la economía de lo oral. La pérdida de consignas gramaticales, la falta cuidado por la coherencia y la cohesión. En fin, la internet afecta bastante este proceso de aprendizaje de escritura en lengua extranjera.

Y si partiéramos de las propuestas hechas por el maestro Daniel Cassany ayer en su conferencia: ¿cómo considera usted que el internet, ese ente maligno, potencia la expresión escrita?

El Blog es el medio tecnológico que yo más utilizo en el desarrollo de los cursos. Pero vuelvo al mismo punto: siempre hay que hacer una aclaración al estudiante para que abandone el registro de lo oral, y utilice uno estándar a la hora de escribir; para que respete las leyes gramaticales y ortográficas. Él no puede escribir en el Blog, que es de un contenido más serio, de la academia, como se comunica con sus compañeros a través del Facebook. Hay que ser conscientes de la diferencia que hay en cada situación comunicativa.

Por otro parte, si el internet es un fenómeno duro para trabajar, el uso de extranjerismo, anglicismos, por ejemplo, es más duro aún. Por este motivo se está promoviendo una ley en Brasil que no permitiría el uso de estos extranjerismos, todo a favor de la lengua portuguesa.
Quedamos en este punto, pues el tiempo no nos permite alarga la discusión que a partir de estos últimos comentarios sería muy interesante. Planteamos algunas consideraciones acerca de la construcción de identidad que se da en los sitios web, como el Facebook, y los dogmas lingüísticos que puede sufrir un maestro de lengua en muchas ocasiones. Hay aspectos que nos han parecido bastante radicales, en cuanto al internet y a al uso de los extranjerismo, pero en otra ocasión, esperamos, podremos discutir estos aspectos.

—Muchas gracias por permitirnos este diálogo, profesor Danilo.
—Muchas gracias a usted.
—Y de esta manera concluimos con esta entrevista. Esperamos que sea pertinente para todos ustedes en Bucaramanga. Jhon Monsalve y Nicolás Gómez desde Barranquilla. Hasta luego.


Links de la entrevista en video:
1 http://www.youtube.com/watch?v=ugwzbTYUjBY&feature=related
2 http://www.youtube.com/watch?v=6MXPy4zjZVk&feature=related
3 http://www.youtube.com/watch?v=Gynh4ag13_E